El extranjero en Mérida X

Continuamos con la última parte de la historia de D. Buenaventura Vivó, El extranjero en Mérida X.

Eran cerca de las nueve de la noche, y aún no había pensado en salir. Cabizbajo y entregado a la más melancólica meditación, me paseaba por el corto espacio de mi cuarto cuando llegó mi compañero de viaje.

La partida

¿Qué tiene usted que está tan triste? me preguntó sorprendido.

¡Nada, amigo mío, nada! no quiera usted saberlo. Infeliz desdichado de usted de experimentarlo. Mañana me voy para Sisal. Cuento que usted me acompañará.

¿A Sisal dice usted? ¡A Sisal!

-Si, señor, a Sisal y a La Habana.

Nada de eso, ¡está usted fresco! Irme de Mérida, ¿Cuando estoy ya enamorado? ¡Nequaquam! (Del latín: ¡De nada!)

   

También yo lo estoy, y precisamente esa es la causa por la cual me iré.

Pues a mi es la causa que me retendrá.

Porque no tiene usted una pasión volcánica. Una pasión que, cual fiebre maligna, lo consuma, le devore, le destruya: doctor. En esta población hay demasiado magnetismo.

Temo reventar. Yo no vivo. Sufro en extremo. Es preciso, indispensable, alejarme. No volver a ver aquel ángel o demonio.

Habrá boda

¡Delirios! mi buen amigo, la enfermedad de usted se cura haciendo la declaración hoy, casándose mañana.

¿Casarme dice usted? no soy antípoda del matrimonio.

También lo era yo, y el magnetismo me ha hecho cambiar.

¿Deveras, doctor?

   

Y tan deveras, que, así como usted está resuelto a irse yo lo estoy a quedarme y casarme.
¡Es posible!

Si, amigo mío, présteme usted su atención y le explicaré mis razones. Por lo poco que tengo visto y observado en el corto tiempo que ha permanecemos en este país, el sexo femenino vale mucho más que el masculino, lo que es una excepción a la regla general.

Las mujeres, a más de ser generalmente hermosas, se hallan dotadas de mucha virtud, de mucho candor, de una inocencia sorprendente y de una extremada laboriosidad. Puesto que he presenciado que mientras algunos maridos se hallan entregados a la holganza y al juego. Ellas no tan solo atienden al gobierno de su casa, pero sí también a los negocios puramente mercantiles, peculiares al hombre viéndolas ora vender detrás de un mostrador, ora comprar a los individuos del interior, y hasta pesar por sus propias manos aquello mismo que compraban.

   

La verdadera felicidad

Aquí las mujeres adquieren, los hombres destruyen. Mujeres pues, de esta clase deben de necesidad ser buenas esposas y mejores madres, y así como para nosotros el casarnos en ciertos países es una verdadera calamidad, en este lo considero como una verdadera felicidad.

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El celibato en aquellos es una economía, aquí lo es él matrimonio.

¿Qué quiere usted, amigo? Cada uno mira las cosas con sus ojos. El extranjero en Mérida X. Para mí, Mérida es una ciudad que convida al matrimonio, porque a más de las bellas circunstancias que favorecen al sexo. ¡seamos francos!

   

¿En qué ciudad del mundo encontrará usted una completa ausencia de modistas, peluqueros, charlatanes, y esas cincuenta mil diversiones y reuniones que fuerzan a gastar? Y puesto que usted está apasionado, debiera hacer como yo, casarse y “pax vobiscum” (Del latín: “la paz sea con ustedes”).

No, no, doctor, mi pasión es un fuego devorador, y ese fuego al abrasar a mi mujer la destruiría.

De regreso a Sisal

A las once de la noche del siguiente día, mi persona se encontraba ya en el camino de Sisal. Al salir de la población, un hasta entonces ahogado suspiro salió de mi oprimido pecho conmoviendo la calesa que me conducía.

Temporada en Sisal en 1872
El extranjero en Mérida X
Sisal en 1872, de Repertorio Pintoresco
   

Volví la cabeza hacia la ciudad, por la postrera vez quería ver la morada de mi bien. El extranjero en Mérida X. Era de noche, nada veía, una lágrima, pero una sola, llena de amargura y dolor corría por mi mejilla.

¡Adiós Mérida! exclamé ¡Adiós!

¡Plegue al cielo que seas siempre tan feliz cuanto soy en este momento desdichado!

BUENAVENTURA VIVÓ
Mérida, 15 de noviembre de 1845.

FIN

Vestigios de la antigua red de Agua Potable de Mérida Yucatán: