El extranjero en Mérida IX

Continuamos con la historia de D. Buenaventura Vivó, El extranjero en Mérida IX.

Hombre, eso prueba mucha miseria.

No le digo a usted que no, pero, sobre todo, lo que le causaría más admiración sería el ver la limpieza y curiosidad que en esa plaza reina. Sin embargo, hay ciertas pertenencias que no están perfectamente aseadas.

¿Qué pertenencias son?

Las carnicerías.

Un libro

Pero ¿qué libro es ese que usted lleva en la mano?

¡Ah! ya me olvidaba, es el primer tomo del “Registro Yucateco” (Yucatán Ancestral: Precisamente encontré este relato en el segundo tomo), que precisamente traigo para usted. Es un periódico literario. He ojeado algunos de sus artículos, y no me disgusta.

El extranjero en Mérida IX

¡Cuánto me alegro! No podía venir mejor, porque esta mañana no quiero salir. Me servirá de distracción, con tanto mayor motivo, cuanto que ya tenía noticias de él, y a la verdad ¡deseaba poseerlo!

   

¿Quién le dio a usted noticia de ese periódico?

Un hombre de grandes conocimientos, el director de uno de los mejores diarios de La Habana, que está impaciente esperando se concluya la novela titulada: “Un año en el hospital de S. Lázaro”, para hacerla publicar en su periódico. Con este motivo me habló del Registro (Yucateco) y de sus composiciones, elogiándome mucho la antedicha novela, y la que ha aparecido en dicho periódico bajo el título de “Agravio y Venganza”, ambas fruto de la fértil pluma de los directores del Registro (Yucateco).

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Pues yo voy a desayunarme, y vuelvo a salir. Hoy no vendré ni a almorzar, ni a comer. Estoy convidado.

Pero venga usted temprano.

   

Lectura

Tan luego como se fue mi amigo, cerré la puerta de mi cuarto, y totalmente me entregué a la lectura del Registro (Yucateco).

Los más de sus artículos pertenecen al país, algunos de ellos de un mérito incontestable, y de un objeto digno por cierto del mayor elogio, puesto que su tendencia al parecer es formar de su conjunto un fuerte escalón en la escalera de la torre en donde se debe encumbrar la historia de Yucatán. Sus directores, cuyos vastos conocimientos se deducen de sus mismas producciones, dan inequívocas muestras de haberse propuesto fomentar a crear un progreso literario en el suelo que les dio el ser, e imprimir una fuerte impulsión a la naciente literatura yucateca.

El extranjero en Mérida IX
   

¡Sublime misión, a la cual es indudable que el país les vivirá siempre agradecido!

El primer tomo de aquel periódico encierra dos especies de literatura pertenecientes a una misma clase, y hasta cierto punto a un mismo género. El extranjero en Mérida IX. La literatura de sensación, la ideal, la de imaginación peculiar a la poesía. Y la literatura de narración, de solidez, de raciocinio especial a la historia.

Un buen libro

Estas dos clases son las que campean y brillan en dicho periódico, dándole un realce verdaderamente admirable. Empero lo diré, a mi pesar, los señores directores no pueden negar que son meridanos, y que como tales su tolerancia es excesiva al admitir y hacer insertar en el papel que tan brillantemente dirigen, ciertos artículos, como, por ejemplo, el presente, que, careciendo de todo mérito literario, no hacen más que servir de lunares al Registro, manchando sus páginas.

Muy enhorabuena que como simples particulares sean tolerantes, empero como directores deben ser inexorables, y haciendo abnegación, si necesario fuese, de sus amistades, deben rechazar cuantas composiciones no merezcan ser insertadas en un periódico que hace honor al país.

Pasé la mayor parte del día entretenido con la lectura del Registro (Yucateco), y con la de mis pensamientos.

   

Sus pensamientos lo distraían

De vez en cuando me veía precisado a dejar el libro momentáneamente, porque la imagen del ángel que había visto en la víspera, impedía toda coordinación entre lo que mi mente pensaba, y entre lo que estaba leyendo. Leía “maquinalmente”. ¡Santo Dios, borra esa impresión de mi memoria! exclamaba con fervor. Pero nada. Vanas súplicas, inútiles esfuerzos. Cuanto más me empeñaba a alejar este recuerdo de mi imaginación, tanto más presente estaba.

Fuerza, pues, era tomar una seria resolución…. A grande mal, grande remedio… Es preciso salir de Mérida, pensé.

   

¡Cielos! alejarme del objeto que tan dulcemente me ha tantalizado**.

**Tantalizar, verbo nuevo, dimanado del suplicio de Tántalo: que murió encandilado.

Al insertar este artículo, no hemos querido suprimir el párrafo que acaba de leerse, porque él es una prueba de la recomendable moderación del autor, cuya franqueza conocemos. No nos cabe contestarle, porque quizá podría atribuirse a una expresión de amistad, lo que no fuera tal vez más que un voto de justicia a su mérito. El extranjero en Mérida IX. El juicio de los lectores que, sin duda, es tan favorable hacia sus producciones, es la mejor y más satisfactoria respuesta. RR. del Registro.

Morir al nacer es cosa triste…. ¡Maldición!
¡Amar y no ser amado, Amar y no consentir, Amar viviendo olvidado!
¡Morir por haber amado!
¡Y no poderlo decir!

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Las Trincheras de Ixil, parte de un sistema de defensa anti piratas de la época colonial: