Vacuna contra la viruela 1896

Alarmada justamente la población por los casos de viruela que durante el mes pasado se presentaron en esta capital, en la villa de Hunucmá y en alguna de sus haciendas circunvecinas, el H. Consejo Superior de Salubridad y la Dirección General de Vacuna han redoblado su vigilancia y sus esfuerzos, a fin de evitar la propagación de aquella dolencia. Vacuna contra la viruela 1896. De: Boletín de Estadística de Yucatán 1896.

Vacuna contra la viruela 1886

En apoyo de la eficacia del preservativo que debe el mundo al gran Jenner, y siquiera en gracia de la oportunidad, tenemos a bien reproducir el siguiente artículo de D. Joaquín Castillo Peraza.

   

La vacuna

Como una prueba indiscutible de la eficacia de este preservativo contra la viruela, que debe la humanidad al ilustre Edward Jenner, y especialmente la América a su gran bienhechor D. Francisco Balmis, que vino a propagarla por ella, voy a referir un hecho ocurrido en uno de los suburbios de esta ciudad capital, a principios del año de 1875.

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Cuando la epidemia se hizo extensiva a toda la población, y sus estragos eran cada vez mayores, me propuse, de grado o por fuerza, en unión del Dr. D. Aniceto Villalobos y del flebotomiano D. Ciriaco Alcolea, hacer que se vacunasen todos los individuos residentes en mi finca de campo y en los lugares circunvecinos a ella, de cuya medida se obtuvieron los resultados más satisfactorios.

   

Negativa a vacunar a sus hijos

Un día, empero, el mayordomo dio aviso de que un tal González, hombre brusco y temido en el barrio por su genio díscolo, se dejó decir con desenfado que no consentiría en que fuesen sus hijos vacunados. Oír la amenaza y constituirnos en su morada, obra fue de un instante: acto continuo se procedió al objeto que allí nos condujo, y contra viento y marea fueron inoculados tres chiquillos.

Vacuna contra la viruela 1886

A los pocos días, supimos con pena que uno había fallecido en la casa. Esperando de la ignorancia de aquella familia ulteriores resultados, transcurrieron dos o tres semanas, y cuando menos lo esperaba, me encontré con la esposa del referido González. Anticipándome a los cargos que me temía, me apresuré a decirle con dulzura:

   

-Mujer, ¿por qué extrañas que hubiese muerto uno de tus hijos? Si no los hago vacunar, a todos los hubieras perdido; ¿no ves cuánta gente se está llevando la viruela?

-Señor, exclamó ella con lágrimas en los ojos; el único que murió no fue vacunado, porque a ese lo ocultamos a ustedes para que no lo hicieran!

Me parece que si esta no es una prueba convincente, ni Jenner ni Balmis merecen los honores que se les tributa. Vacuna contra la viruela 1896. Debe tomarse en consideración que la choza de aquellos desgraciados, en que padres e hijos estaban reunidos, era de palmas y destituida de las condiciones higiénicas más indispensables. (FIN).

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Historia de Yucatán