Extraña coloración celeste en 1884

A propósito del tema de las auroras boreales, continuación les presento un extracto de una interesante publicación de hace 140 años, esto es, de marzo de 1884 en la prensa de Mérida, la cual está firmada por M. Zavala, Presbítero. Extraña coloración celeste en 1884.

Extraña coloración celeste en 1884
Pintura oleo sobre lámina: «Fenómeno», 1883 de D. Hermenegildo Bustos. Ver detalle en los últimos párrafos.

Se trataba de un misterioso fenómeno que hacía ya más de seis meses que se venía observando en todo el mundo. Ahí se consignaba que los sabios de esa época guardaban un “extraño silencio”.

   

¿Qué era lo que estaban viendo?

Era una “coloración celeste” que se observaba a simple vista. Era una luz rosada que se iba condensando hasta convertirse en color naranja vivo. En la región cercana al horizonte, el color era azul claro.

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Conforme el Sol se elevaba, el color naranja iba palideciendo. Menciona el término “aurora” para referirse al amanecer, el crepúsculo. Una vez que el Astro Rey está por encima del horizonte, la aurora ha desaparecido, una corona rosada lo acompaña todo el día. Entiendo que era algo similar a un halo, pero en ese entonces no se usó ese concepto.

   

“El espectáculo del crepúsculo es maravilloso” afirmaba. En los días de Luna llena era todavía más sorprendente. Al ponerse el Sol en un lado, desaparecía la luz rosada, pero al salir la Luna por el otro, se volvía a apreciar.

¿Qué será esto?

El autor se pregunta: ¿Qué será esto? Trata de explicarlo con diferentes teorías e hipótesis.

   

Una de ellas va en el sentido de que se trata de un fenómeno de refracción de la luz, ya sea solar o del reflejo de la Luna. Extraña coloración celeste en 1884. Esta refracción, era ocasionada por el paso de esa luz por las diferentes capas de aire, “menos densas y vaporosas”.

En épocas de plenilunio, se observaba casi igual que con el sol, pero en las otras fases lunares, el fenómeno no se observaba a ojo desnudo, porque no reflejaba la suficiente luz.

   

Una de sus conclusiones era, que se trataba de que se encontraba flotando en la atmósfera un medio refringente, esto es, algo que refractaba de alguna forma la luz.

Vea también: Auroras boreales en Yucatán 1793 y ¿1859?

Según la “prensa universal” de la época, daba testimonio de que esa nueva coloración del cielo, era observado en el crepúsculo en toda Europa y en toda América. De esta forma concluía que ese medio refringente estaba en toda la atmósfera terrestre.

Esta nueva coloración era observada a ojo desnudo durante todo el día.

Ese nuevo medio refringente debió ser un “fluido aireforme”, que sólo así podía flotar en el aire, como un gas. Pero, que estaba presente “más allá de las nubes”.

Las hipótesis

La primera, que se trataba de vapores acuosos. Se supone que esto es normal, y que no debería producir un fenómeno extraordinario.

   

La segunda, que se trataba de cenizas de un volcán. Para ocasionar un fenómeno de este tipo a nivel global, requeriría que todos los volcanes estuvieran simultáneamente en erupción, afirmaba. Que las cenizas se elevan y luego caen. No podían formar una capa uniforme en la atmósfera, más allá de las nubes.

Por último menciona que se trataba de una “aurora boreal”. Pero que las “auroras polares” no aparecían en el Oriente ni por el Occidente. Tampoco siguen el movimiento del Sol durante el día, ni de la Luna en la noche. “No tienen la forma de la nueva coloración.” Continuaba diciendo, que las Auroras Boreales afectaban los instrumentos magnéticos y electromagnéticos.

   

Hoy 2024 sabemos que las auroras boreales y australes son la consecuencia. La causa son las tormentas solares, desconocidas en aquellos tiempos.

Que los aparatos sensibles no manifestaban actividad magnética desde hacía mas de un año. Así que tampoco eran las auroras boreales. Que esta nueva coloración celeste no era producida por una aurora polar.

Teoría del astrónomo Flammarion

Menciona también que el astrónomo francés Nicolas Camille Flammarion, afirmaba que este fenómeno era causado por “vapores acuosos” proveniente de las erupciones de los volcanes de Java. Esta a esta teoría el Pbro. Zavala le hace varias objeciones, descalificándola.

   

Tratando de proponer otra hipótesis, indicó que ninguna perturbación geológica y meteorológica conocida era la causa de este fenómeno de coloración celeste. “Y si no es que en las regiones polares desconocidas o incomunicadas, haya tenido lugar algún cataclismo capaz de producirlo.

Posible origen espacial

Continuaba preguntándose: ¿ De dónde provino ese nuevo medio refringente?

   

Desgraciadamente la página del periódico consultado digitalmente presenta mutilación, pero se alcanza a leer de que posiblemente tenga un origen espacial. Extraña coloración celeste en 1884.

Que también pudiera ser un medio cósmico, que “es dominado por el poder del Sol y que venga constituir un nuevo elemento de la atmósfera solar”.

Cabe aclarar que para esa época (1884), tampoco se había estudiado las manchas solares ni se conocía la radiación que éstas emiten a través de explosiones que nos llegan a la Tierra.

   

Continuaba diciendo: “que los planetas quedarían presos y entorpecidos”. “Disminuiría su fuerza centrífuga de traslación, cambiaría sus órbitas y que comenzarían a acercarse al Sol, cayendo en él, pereciendo para siempre”.

El escrito está fechado en marzo de 1884. Afirmaba que para junio o junio de ese mismo año, se cumpliría un año de la primera observación de la coloración celeste. Que si para ese entonces, el fenómeno permanecía, indicaba que se trataba “de una sustancia adherida a la Tierra”. “Que el sistema planetario quizás ya estaba sumergido en una especie de nebulosa”.

Materia cósmica del Espacio

Curiosamente, mientras redactaba el autor este reporte, recibió una publicación titulada “Los Arreboles”. Resulta que en ese escrito, un tal profesor Kleck, afirmaba que en esa época (1884), la Tierra estaba atravesando una “materia cósmica del espacio”.

   

Que había sido hallado en la nieve y granizo, fierro magnético y calcio. Concluía que la atmósfera estaba saturada de esas sustancias químicas. Con ello explicaba así la nueva coloración celeste. Esta última teoría también fue descalificada por el autor de esta interesante nota.

Sus conclusiones

Para concluir su estudio, el Pbro. Zavala hizo las siguientes proposiciones: La nueva coloración del cielo es un meteoro luminoso que se observa tanto en el día como en la noche, en toda la Tierra. “Este meteoro consiste en una corona de luz rosada” que se presenta alrededor de la fuente de luz, la sea el Sol o la Luna. Que es producido por la refracción o descomposición de la luz de los astros ya mencionados.

“Esta refracción se verifica a través de un medio nuevo, «aireforme», menos denso que el aire, diverso del vapor de agua. Extraña coloración celeste en 1884. Que estaba suspenso en la atmósfera más allá de las nubes. Que formaba una capa uniforme que envolvía toda la Tierra”.

   

Sustancia cósmica

Que este medio no era ni el vapor de agua, ni la ceniza de los volcanes. Tampoco lo era la aurora boreal ni el calcio que alguien por ahí afirmaba. Tampoco alguna otra sustancia procedente de la Tierra o de su atmósfera.

Finalmente concluyó: “El medio refringente que produjo la nueva coloración del cielo es una sustancia cósmica que la Tierra ha encontrado en el Espacio.”

   

Espero que este extracto de una interesante publicación en Mérida, de hace 140 años, le haya resultado tan interesante como a mi.

El «Fenómeno» de 1883

Por otro lado, en el sitio web del I.N.A.H., se hace mención de la obra artística del pintor D. Hermenegildo Bustos, nacido en Guanajuato en 1832 y fallecido en 1907.

Extraña coloración celeste en 1884

Resulta que una de sus obras se titula «Fenómeno» de 1883. Pintura sobre lámina, que reproduce un suceso que ocurrió en la tropósfera, a unos 20 kilómetros de altura. Se trata de un fenómeno físico de refracción de luz, que parece estar asociado al evento descrito por el Pbro. M. Zavala en párrafos anteriores. Coincide en la época y que se vió en «toda Europa y América».

   
Extraña coloración celeste en 1884
«Los Cometas» Hermenegildo Bustos, México.

Dejó varios testimonios astronómicos: «En septiembre 16 de 1883, a las 3:30 de la mañana se dejó ver en el oriente una aurora roja, que desapareció al salir el sol. Siguió saliendo hasta el 10 de abril del año del Señor de 1886.»

   

Don Hermenegildo también pintó «Los Cometas«, otro óleo sobre lámina, donde pintó cuatro de los cometas que observó desde la azotea de su casa. Uno de ellos fue el cometa Donati (C/1858 L1 y 1858 VI), descubierto por el astrónomo italiano Giovanni Battista Donati en 1858.

Curiosamente, D. Hermenegildo tuvo un encuentro con el presidente Benito Juárez García en Purísima del Rincón, Guanajuato, y tuvo oportunidad de hacerle un retrato a lápiz. A la muerte del artista fue destruido.

   

Definitivamente el tema de las «Auroras Boreales» es un tema que me interesa mucho. En una siguiente nota compartiré algunos otros datos interesantes de registros históricos de las auroras boreales. Esté pendiente.

Mérida, Yucatán a 17 de mayo de 2024
CP Humberto Sánchez Baquedano

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