A continuación la transcripción de una nota del año de 1932 publicada en Revista Social, escrito por el Sr. Primo F. Aranda. Tarde en Paseo Montejo 1932. Una breve descripción de un tardecer otoñal en nuestra principal avenida hace ya más de 90 años.
Una tarde en el Paseo de Montejo
Cuando el tibio sol de otoño va recogiendo su inmensa ala rubia en las primeras horas de la tarde, la avenida Paseo de Montejo, con su amplia calzada bruñida y sombreada a los lados por el tupido follaje de frondosos álamos, tamarindos y ramonales, se ve engalanado con los bellos matices de sus prados que a esas horas brinda su ambiente de salud, de paz y fortaleza.
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En los asientos y los confidentes se ven sentadas elegantes parejas ataviadas unas con trajes de vistosos colores y otras con el albo o matizado terno de nuestra aristocrática mestiza yucateca, que con su rebozo al cuello exalta su presencia gallarda y agradable. Estas parejas que descansan bajo las frondas para ver discurrir en alineada carrera a los taxis, alegran el tono de su animada charla, junto con las personas que van por las calzadas laterales gustando el paseo que por momentos adquiere aspectos de animación, así como de belleza y elegancia.
En efecto, es agradable contemplar todo lo que se reúne en la avenida Montejo en las tardes de paseo. Bajo el fondo azul de un claro cielo se enmarca la vista de este lugar hacia el sur.
MÉRIDA Paseo de Montejo compilación de filmes 1930-1990 Versión 4:
La banda de música del Estado
Cuatro filas de coposos árboles forman dos calzadas, hallándose entre ambas la amplia avenida en cuyo centro se levantan vistosos candelabros de la luz incandescente. Bajo el tupido follaje la concurrencia de gente salpica de colores las calzadas en su animado vaivén, y en el centro, brillantes carrozas se deslizan dejando tras si los auto-motores su humo azul que se extiende en el suelo como leve gasa. A la vez que todo esto es agradable a la vista, percibe el oído, como en arte de magia, sonidos armoniosos que ejecuta el conjunto musical de la Banda del Estado.
El alma juvenil se regocija por la grata satisfacción que le da la vida en estos esparcimientos, pues con los vibrantes tonos que hienden el aire, reviviendo el clásico arte musical de los mayas que como ecos lejanos recuerdo de un pasado glorioso, se deleitan los oyentes y todo adquiere con esa música tradicional, más animación.
Y por esto el tiempo pasa avaro, ya el sol da sus últimos besos dorados en las copas de les árboles: nutridas parvadas de pájaros se acercan a la arboleda buscando las ramas para posarse, y en su algazara, acompañan la música con sus cantos y su parloteo como si participaran de la alegría que reina en el lugar.
Más tarde todo adquiere un color gris pálido y muchos se disponen a retirarse contrariando su voluntad.
Mérida 1932.
Primo F. Aranda.