En las «Apuntaciones para la Estadística» (1814) se lee: «La ciudad de Mérida para su recreo disfrutaba de una Alameda, cubierta de robles y circunvalada de asientos de sillería bastante buenos, conservando iluminación de noche, así como la mayor parte de la ciudad». El Declive de la Alameda de Mérida.
Por: Don Rodolfo Menéndez
Semanario Ilustrado 1917
Continuación y última parte:
El antiguo y único paseo de la Alameda, con su denso follaje, bajo cuya sombra tantas veces acudieron a solazarse nuestros antepasados, existió hasta 1878. «La Alameda», apunta un escritor, «casi desapareció durante el gobierno del señor Romero Ancona, por la necesidad de adaptar el terreno adyacente a un proyectado bazar-mercado. De ella sólo subiste una calle ancha, sembrada en el medio de árboles y césped.»
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En el monumento erigido a don Lucas de Gálvez en 1807, reconstruido en 1869, se leía esta inscripción:
«Estatuas la antigüedad – a los héroes erigía – y en mármoles esculpía – el busto de la verdad. – La imparcial posteridad – dirá que a Gálvez debió – Mérida, así que la vio, – el Hospicio, la Alameda, – las calles y el bien que queda – en los caminos que abrió.»
En la pared de uno de los edificios del lado norte del extinguido paseo, una losa conmemorativa decía: «Esta Alameda, faroles, caja para la custodia y los utensilios para su iluminación, se deben al esmero que puso el señor don Lucas de Gálvez, Gobernador y Capitán General de la Provincia, en su construcción…»
Deterioro de la zona de la Alameda
Varias veces se pretendió componer y restaurar la Alameda, pero le había llegado su hora, como suele decirse. El 18 de julio de 1875, un periódico meridano se expresaba así: «La Alameda, en otro tiempo frecuentada por los elegantes, se ha convertido en asqueroso estercolero, desde hace algún tiempo, volviendo un lugar pésimo lo que antes era el mejor ornamento de la ciudad.
Es lástima que en Mérida, en el mismo centro de la ciudad, después de andar por la calle del Comercio tan animada y divertida, se encuentre uno de repente ante ese montón de escombros que se llama la Ciudadela de San Benito y esas dos o tres hileras de árboles pretenden adornar el lado norte del escampado. Pero siquiera ese lado no está como los otros, en los cuales las hierbas crecen formando espeso bosque.»
Los asientos de sillería o canapés de la Alameda fueron trasladados al Cementerio General. La glorieta del lado poniente dejó de existir juntamente con el histórico paseo. En la calle central, sembrada de árboles, se han edificado kioskos comerciales. ¡Todo ha cambiado! El conocedor de la historia al recorrer el sitio en que estuvo la antigua Alameda, exclama: ¡Sic transit gloria mundi! ( ¡Así pasa la gloria del mundo!) También a veces, tomando en cuenta el movimiento palingenésico de las sociedades, vienen a la memoria palabras de la simbólica locución latina, que tanto repetían los fundadores del «Colegio Civil Universitario» en 1861: ¡Recedant vetera: nova sint omnia! (¡ Atrás lo viejo, renuévese todo!)
Por: Don Rodolfo Menéndez.
Semanario Ilustrado 1917
Fin