Recuerdo en mi infancia, en mis frecuentes viajes al puerto de Progreso, que la carretera estaba rodeada de extensos plantíos de henequén. Paisajes de Henequén.
Una mañana, de tantas, nos subíamos toda la familia al automóvil, y tomaba mi papá la Prolongación de Paseo de Montejo, a la altura del actual Super Aki, y nos dirigíamos hacia la playa. Ese tramo era de sólo dos carriles angostos, uno de ida y otro de vuelta.
Se pasaba por el Club Campestre, y después de otro tramo enmontado, se pasaba frente a las instalaciones de Cordemex y en frente, el fraccionamiento creado para dar vivienda a los empleados de la factoría.
Tsíimin k’áak’ o «caballo de fuego»
Seguíamos la ruta hacia la costa, y del lado izquierdo, a varios metros de distancia del asfalto, corrían las vías del “caballo de fuego” o Tsíimin k’áak’, forma en que los maya hablantes denominan al ferrocarril. Era la ruta Mérida a Progreso.
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Cuando se es niño, la sensación del paso del tiempo se hace más lenta. No existía aún el Anillo Periférico de Mérida. Y después de un buen rato, pasábamos frente a la desfibradora de X’canatún. Recuerdo que la primera señal que nos indicaba que nos acercábamos a esa zona, era el mal olor que producía el bagazo del henequén, ya en proceso de descomposición. Me era necesario contener la respiración mientras pasábamos por ahí. No había forma de evitarlo. Viajábamos con las ventanillas abiertas del vehículo.
Extensos plantíos de henequén
Y después de pasado lo anterior, por donde volteara a ver, lo que había eran extensos plantíos de henequén. Kilómetros, kilómetros y más kilómetros transitábamos con esos paisajes, hoy casi inexistentes en Yucatán.
Era común ver a un tractor agrícola, jalar varias plataformas, algunas vacías y otras cargadas con paquetes amarrados de hojas de henequén recien cortadas. Las estaba llevando a la desfibradora ya mencionada.
Eran otros tiempos
El camino a Progreso, repito, en la década de los 1970s, era muy diferente a la actual. Algo que llamaba mi atención, era la estación de ferrocarril de San Ignacio. Recuerdo el edificio, con techo de dos aguas, ya no recuerdo si tenía tejas francesas, como se acostumbraba en las casas del puerto, o si tenía techo de láminas, como la mayoría de las estaciones de ferrocarril de Yucatán. El enorme depósito de agua era otro de sus atractivos visuales, todo eso, en medio de los plantíos de henequén.
El camino seguía hacia el mar. Ya se empezaba a respirar la brisa húmeda de la costa. A lo lejos ya se alcanzaba a ver “El Faro”. Su brillante luz se veía a lo lejos, ya sea de día o de noche. Obviamente, de noche era más visible, se apreciaba su haz de luz al girar en el horizonte. Igual era visible, el enorme depósito elevado de agua potable, que estaba justo a la entrada a la ciudad y puerto.
Ya de ahí, atravesábamos el centro, hasta llegar al malecón, para dar un paseo en el automóvil, para luego dirigirnos al lugar donde estaríamos los próximos días. En aquellos tiempos, era una casa que rentaban mis papás.
Caminata en un henequenal
Les invito a ver este vídeo, donde se puede ver el paisaje del henequenal así como algunos datos históricos. En una escala más pequeña a la de aquellos tiempos. Para lograr estas imágenes, tuve que viajar más de una hora en carretera para llegar. Ese lugar ya lo conocía, ya que estuve ahí mismo hace poco más de un año, buscando una estación de ferrocarril. Me pareció estupendo el plantío.
4K Caminata en el interior de un plantío de henequén
Para otro proyecto, requería tomar unas fotografías en alta resolución de ese paisaje. Pasé varias horas en el «Google Earth», viendo fotografía satelital, buscando un lugar más cercano a Mérida, pero no lo hallé. Confirmé que la zona que ya conocía, era la más cercana y buena. Así que me dirigí a Bokobá, donde se encuentran aún éstos, cada vez más escasos paisajes de nuestra tierra.
Mérida, Yucatán a 6 de mayo de 2022
CP Humberto Sánchez Baquedano