El costo de la Alameda

En la terminación oriental y occidental de la Alameda, se abrían amplias glorietas, que le daban vista muy agradable. El costo de la Alameda de Mérida. Las glorietas tenían enlosado el suelo y asientos de piedra labrada en derredor.

Por: Don Rodolfo Menéndez
Semanario Ilustrado 1917
Continuación segunda parte:

El costo de la Alameda

El revoco que se formaba entre la esquina denominado del «Venado» y el principio de la calle 54, en el lado oriental de la Alameda, se conocía con el nombre de Rincón del Diablo. Tal vez no hallándose bien alumbrado, sería un lugar de citas de gente «non sancta» (RAE: indecente, inmoral.) y de escándalos y trifulcas.

De ahí acaso su denominación. Frente a la Alameda se levantaron desde sus cimientos dos hermosos edificios, los cuales sirvieron de cuarteles al batallón de milicias regladas y a la Compañía de infantería de Castilla.

La permanencia, duración y ornato del nuevo paseo hicieron indispensables unas ordenanzas que alcanzaron 23 artículos o disposiciones.

El costo de la Alameda

El costo de la Alameda de Mérida, inclusive las dos casas de que hemos hecho mención, fue de ocho a nueve mil pesos. Las dos casas rentaban $192 al año, las cuales se destinaron a la reparación de las mismas y al ornato del paseo.

Para precaver los excesos y desórdenes que pudieran cometerse en la lobreguez de las tinieblas, se dispuso que fuese iluminada la Alameda en las noches oscuras, desde las oraciones hasta las doce.

(Nota: las fotografías que se muestran son muy posteriores a lo comentado en la nota. El Paseo de las Bonitas o la Calle Ancha del Bazar)

El costo de la Alameda

El alumbrado se hacía con 16 faroles de cristal grandes, que se limpiaban diariamente. Se nombró un alcaide para el cuidado del paseo. Dicho empleado tenía que ser «español»; usaba vara alta de la real Justicia en «sus dominios» y estaba facultado para remitir a la cárcel al transgresor de las ordenanzas.

Otras funciones del vigilante de la Alameda

Su principal oficio era mantener aseada y regada la Alameda, limpiar los faroles y poner la iluminación. Por todo eso «gozaba» de cuatro pesos fuertes mensuales.

   

Obligábasele también a poner la iluminación en los días de los soberanos y príncipes y de su exaltación al trono, así como en los patronos principales de la ciudad. Guardaba sus utensilios en una pieza de cal y canto, ubicada no lejos del paseo.

Los vehículos entraban en las calles de la Alameda por el lado poniente y formaban los que ahora llamamos el «circuito» y entonces la «vuelta».

No podía arrojarse basura ni animal muerto en terrenos de la Alameda. Respecto de animales vivos, si se encontraban en los límites de las tres calles, su dueño pagaba un peso de multa por cada uno. Caso de que al sexto día de detenido el animal no apareciese su dueño, quedaba su valor a beneficio del Juez, Alcaide, etc. Romper o robarse los faroles se consideraba como gravísima falta.

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